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domingo, 28 de noviembre de 2010

Las últimas palabras

A menudo me he imaginado muriendo en una situación digna que me permitiera decir unas últimas palabras para la posteridad, y a ser posible que fueran escuchadas por alguien o registradas y grabadas por algún dispositivo para que no cayeran en el olvido instantáneo.

Podría ser quizás algún término enigmático como "Rosebud" o "La enseñanza del gurú encierra el secreto"; alguna verdad existencial como "que perra vida esta, y cuán efímera"; una queja amarga "ramera de rostro enjuto, aquí me tienes, al fin me encontraste"; una maldición "nos veremos en el infierno"; una muestra de cariño "os quiero, no la liéis mucho" y luego ya alguien podría tergiversarlo y con el paso del tiempo incluso fundar una religión en mi nombre; una revelación a medias digna de cualquier bazofia hollywoodiense "..el tesoro se encuentra en la... en la.... en...", o incluso pudiera ser algún chascarrillo "Me muero... cambiadme el estado del Facebook".

Pero si tuviera dicha oportunidad, yo creo que mis últimas palabras serían alguna banalidad como "pues parece que ha escampado, vamos a cazar liebres", o un improperio (1er significado de la RAE) de los que habitualmente espeto a mis contertulios, como  o "Me cago en todos los dioses" o "Me cago en mi/vuestra puta vida", dependiendo de la situación. 

Aunque claro, el mismo acto de morir y el contexto, y la forma, determinarían mis últimas palabras, si pudieran producirse. No es lo mismo espicharla de un infarto fulminante en una orgía maratoniana que hacerlo a manos de un a tribu canibal del amazonas. O en alguna prisión norcoreana.

Sea como fuere, estoy intentando grabarme a fuego en la memoria una frase lapidaria para que llegado el momento, y dada la tesitura y la imposibilidad de repetir la toma, pasar a mejor vida quedando de puta madre con todos: "Bueno, (yo me voy yendo,) os espero en el After".

Espero que si llega el momento, ni se os ocurra incinerarme, que en vida ya estuve muy quemado, y me enterréis con todos los honores después de una juerga legendaria en mi nombre, nada de Negrita o Dyc, recordando viejos momentos y anécdotas graciosas en común durante el sepelio. Haced de mi óbito una fiesta (y llevadme con vosotros), y de mi funeral el preámbulo de otra. E id a llorarme el Día de todos los Santos o al menos a poner en mi tumba flores robadas de otros nichos, aunque sea con la resaca de Halloween y disfrazados de mamarrachos. 

Yo lo haría con vosotros, si se diera el caso, y lo haré si las vicisitudes del destino así lo permiten.

domingo, 14 de noviembre de 2010

Renovarse o extinguirse

Debido a un reciente giro en mi vida y un ataque súbito y efímero de productividad, he conseguido superar mi miedo a los cambios (Metatesiofobia) y he decidido aprovechar las nuevas posibilidades que me brinda Blogger. Arriba de la página, debajo de la cabecera hay un nuevo menú de acceso a distintas secciones del Blog. De momento sólo he creado una nueva página, donde he publicado un paja mental que escribí en primavera para una revista amateur universitaria, y que caducará el 1 de enero de 2011.

Ya iré añadiendo distintas secciones, de momento confidenciales. Y actualizaré más a menudo que soy un hombre nuevo. En serio, me he cambiado el grupo sanguíneo y he obtenido nuevos órganos. Y me he echado una (ciber)novia fuera de nuestras fronteras, pero ella aún no lo sabe. Siempre quise tener una apuesta mujer extranjera para fardar de exótico.

Os dejo, que creo que el vecino de enfrente ha sacado el telescopio.

Corre, nueva sección. ¡Sé libre!

jueves, 11 de noviembre de 2010

Ligue de una noche

Excusa nº 7.349: tengo varias entradas a medio escribir, y un par en el cuero cabelludo, pero debido a que he ligado ando excaso de tiempo libre que dedicar al cultivo del blog. Las publicaré en breves en cuanto organice mi ajetreada vida y haga hueco en mi agenda inexistente. Así mismo, explotaré la posibilidad de la distintas secciones del blog y compartiré con vosotros un articulillo que escribí hace meses y que por desgracia el 1 de enero se quedará obsoleto.


En cuanto al asunto de pillar cacho, no penséis que he salido del armario como Ricky Martin, pues nunca he estado dentro, a diferencia de David Carradine, que se tropezó al salir de Narnia y se enganchó en una corbatas con tan mala suerte que se ahogó, y encima la prensa difundió que había muerto por asfixia autoerótica. Pobre desgraciado.

Hay accidentes inevitables

Andaba yo el otro día circulando tranquilamente a 130Km/h por Madrid a bordo del Paranoicowagen cuando el destino quiso que una bella y gallarda fémina se cruzase en mi camino, y que lo hiciera por un lugar no señalizado para tal efecto, esto es, por mitad de la calle, obligándome a desmostrar una vez más mis famosos reflejos de mangosta y que se pueden quemar unos frenos en apenas dos segundos. Tras esquivarla con habilidad e incrustrarle vagamente un retrovisor en las lumbares, tuvimos un romántico intercambio de pareceres, y la química instantánea dio paso al amor desenfrenado.

- ¡¡¡Casi me matas, hijo de la gran p*ta!!!

- ¡¡Pues mira por dónde vas, z*rra de mierda!!


Y hablando y hablando... acabamos en su casa. Una casa cuartel de lo más cuca. Nunca había tenido trato con la Guardia Civil, y creo que lo de “aceitunos” y los chistes de Enrique San Francisco no ayudaron a congeniar con ellos. Por fortuna triunfó la cordura y el diálogo. Todo se selló con un acuerdo verbal sin necesidad de abrirme un expediente disciplinario ni demandarme, y pude marcharme de allí al poco rato. Siempre he sido un gran negociador y mi dialéctica proverbial me ha permitido salir airoso de un sin fin de situaciones, pero lo de tomar como rehén al sargento y encañonarle con su arma reglamentaria fue determinante. 
Y ni aún así me rio algún chiste, el muy desagradecido.

Confío en que la fidelidad de mi disfraz de Halloween impidiera que hayan podido quedarse con mi cara. Además me deshice de todas las pruebas que me ligaban al suceso quemando el coche patrulla en un descampado con la máscara de hockey dentro, así que espero que no logren identificarme. Por si acaso, ya he cambiado de domicilio: le he dado la vuelta a los números del portal.

Moraleja: en Halloween tapaos la cara, por lo que pueda ocurrir. Igual pilláis, aunque sea a un peatón.



La otra opción pasar por disfrazarse de forma que no te vayan a mirar a la cara 
para permanecer en el anonimato. Consejo: no te hagas fotos.