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domingo, 30 de noviembre de 2008

Copias de Seguridad

Hará un par de semanas me levanté tras amagar varias veces apagando el despertador del móvil y postergando el inevitable desenlace, retrasando la hora del reloj de media hora en 30 minutos. Me incorporé no sin esfuerzo y maldiciendo a todos los dioses habidos y por haber. Salí de la cama con el pie derecho pese a que soy zurdo y no supersticioso, debido a la orientación del mobiliario de mi habitación, e intenté encender el móvil de nuevo. Pero éste en lugar de solicitarme el número pin, me mostró una pantalla blanca inusual a modo de despedida y decidió volver a apagarse por voluntad propia para no despertar jamás de su letargo, pese a mis denodados esfuerzos por devolverle a la vida.

Renuncié en mi afán cuando asimilé que era inútil resucitarle (al cuadragésimo séptimo intento fallido) y me cagué en su puta madre. A la mierda toda la información que tenía almacenada en la memoria del móvil, incluidos los números de teléfono que llevaba almacenando los últimos dos años, desde que se me había llenado la tarjeta SIM. Y lo más frustrante: todos los SMSs recibidos y escritos que guardaba celosamente porque consideraba importantes. Como un registro de vivencias del que me valía para recordar.

Noté como un pedazo de mi vida reciente se esfumaba para siempre, perdiéndose en el olvido de forma inexorable. Mensajes que había releído mil veces y que me recordaban experiencias clave, que evocaban momentos pasados vividos intensamente que rememoraba al volver a leerlos. A la mierda todo. Dentro de mi cabeza seguía retumbando un sonoro "Noooooooooooooo..." que se extinguía lentamente entre los pensamientos de mis recuerdos borrados. Un vacío anegó mi zona del córtex cerebral asociada a la memoria, si un tiempo en plenas condiciones, ya mutilada por el azar y castigada por mi alcoholismo de fin de semana. A partir de ahora cada vez que intente recordar sin los SMSs, la información será incompleta o simplemente me tendré que conformar con un Error404.


La rabia se extendió por mis venas y una sentimiento de impotencia mezclada con incredulidad se apoderó de mi. Maldije varias veces la causalidad y mi perezosa idiosincrasia, pues desde hacía semanas sospechaba que mi móvil estaba en las últimas (tengo el sentido de la intuición hiperdesarrollado a costa de una atrofia en el olfato y el sentido del deber), pero en lugar de vaciar la memoria de mi teléfono en el ordenador y hacer una copia de seguridad me dediqué a autoconvencerme con un cínico "vuelva usted mañana", y retrasar la tarea pendiente hasta ese mañana non nato que nunca se presentó. El mañana nunca muere... porque a veces no llega ni a nacer, quedándose en un mero aborto.

Y en ese momento fue cuando me embargó idéntica sensación que al replicante Roy Batty al final de Blade Runner, cuando se encuentra bajo la lluvia en la azotea del edificio en ruinas y mantiene uno de los monólogos más solemnes, profundos y épicos de la historia del cine, en una escena memorable .


Comprendí lo trágico de la situación y la hice mía, y entonces fui consciente de la belleza de la irreversibilidad y dejó de importarme lo sucedido. Abracé la epifanía de emociones que surgían en mi interior, sentimientos de amistad y afecto que se desataban en un torrente incontrolable revelándome el verdadero valor de mis recuerdos. En ese momento fui consciente de que todo lo vivido había merecido la pena. Y mi alma se sintió satisfecha con esta revelación, y encontré la paz existencial y una calma que me sosegó durante largo rato. De repente ame la vida y al ser humano. Dejé de lamentarme amargamente y asimilé el daño sufrido. No por los contactos, sino por todos esos mensajes y recuerdos que se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia.



Tras sobrevivir varias semanas con mi anterior móvil, una tartana arcaica con más de 5 años, conseguí uno nuevecito y bastante resultón, gracias a que arrebaté mi alma de las garras de los ladrones de Movistar para vendérsela a los cuatreros de Orange. Como consecuencia he tenido que pasar toda mi agenda de la SIM antigua a la nueva de forma manual, transacción que he aprovechado para filtrar los contactos con el fin de actualizarla desechando números que ya no utilizo y sustituyéndolos por otros a los que si llamo habitualmente y que antes tenía guardados en la memoria del teléfono y no en la SIM, la mayoría de los cuales ya he recuperado.

Ahora mi SIM no está petada y me siguen cabiendo aún unos 30 números, todo ello a costa de descartar contactos. Números de teléfono que guardé porque en su día fueron importantes, compañeros de vivencias pasajeras, gente que conocí y con la que compartí experiencias, pero con los cuales perdí el contacto por el distanciamiento al que fuimos condenados por diversos factores. Soy un nostálgico y he redactado una lista con todos los contactos que no he pasado a la nueva SIM pero cuyos números sigo almacenando en la antigua porque me cuesta relegarlos de forma definitiva al pasado, me niego a perder toda relación o lo que me queda de ellos y por eso prefiero mantener un último vínculo. Por lo que fueron, por el recuerdo que aún retengo de ellos. Por capricho.

Siempre me ha costado tomar decisiones de no retorno. Yo era de los que ponían el dedo y marcas en los libros de "Elige tu propia aventura" para asegurarme la posibilidad de volver a atrás y rehacer el camino de forma distinta para cambiar el desenlace. En la vida real esto es mucho más difícil, y en ciertas ocasiones imposible, pero mientras pueda seguiré intentando guardarme una vía de escape, una oportunidad para volver sobre mis propios pasos y tomar otra alternativa. Por el mismo motivo guardo una copia por lo menos en CDs y DVDs de toooodos los archivos que tengo o alguna vez tuve en el ordenador. Incluso películas, series y documentales que me bajé y no vi, y jamás veré probablemente, los grabé en soporte digital para no privarme de tener la opción de verlos si quisiera.

Quizás sufra una mutación emocional del síndrome de diógenes, y me resista a abandonar recuerdos y a olvidar a personas que difícilmente tendrán cabida en mi futuro, aceptando que forman parte del pasado. Pero yo prefiero guardarme esa remota posibilidad a perpetuidad, abonarme al "por si acaso". Podría comparar mi manía con el almacén del "Juicio Final" que han construido en el subsuelo de Laponia, en un búnker bajo una montaña, para albergar todas las clases de semillas conocidas y así salvaguardar la agricultura en caso de catástrofe mayúscula como guerra nuclear, cambio climático o impacto devastador de un meteorito.


Moraleja: no dejéis para mañana lo que podáis hacer hoy. Ahora guardo todos los SMS también en una tarjeta de memoria MicroSD extraíble de 1GB, y los pasaré con una frecuencia trimestral al disco duro del ordenador y a uno externo, por si acaso. Para no privarme de la posibilidad de recordarlo todo en un hipotético futuro en el que así lo quiera.

4 comentarios:

  1. Es sin duda la muerte de un móvil más bonita que he leído nunca. Mi más sentido pésame.
    Y quiero ver esa peli!!!!

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  2. Dios se te va la cabeza. Y a mi casi tb al leerle el post en voz alta a David

    Si no tienes nuestros números te los podemos dar

    un beso

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  3. nuriabenn!

    Pero si ya te pedí los nºs de móvil por Gtalk... anda que atiendes en nuestras conversaciones de cibersexo.

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  4. Perder las fotos digitales es uno de los mayores temores de la poblacion española. Después de leer tu caso, es probable que la pérdida de SMS vaya tras ellas...
    Un abrazo!!

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