viernes, 23 de marzo de 2007
Ella
Ella estaba de pie, quieta, esperando. Su cara denotaba impaciencia: seguramente Él se retrasaba. Miraba el reloj constantemente, y suspiraba. A unos diez metros me encontraba yo, apoyado en la barandilla, haciéndome el distraído, pero observándola furtivamente a intervalos cortos de tiempo que me permitiesen contemplarla sin levantar sospechas y evitando que ella se sientiese incómoda. Fumar me hubiese ayudado a disimular, pero no era el caso así que resultaba mucho más complicado. No la estaba espiando, simplemente habíamos coincidido en el mismo sitio al mismo tiempo. ¿Casualidad? Quizás... yo prefería llamarlo destino.
Un cruce de miradas. Ella me obsequió con una sonrisa a modo de saludo, y sus ojos resplandecieron por un instante. No tuve más remedio que devolverle una tímida sonrisa acompañada de un leve gesto con la mano. Esos ojos oscuros me cautivaban de sobremanera. Tan profundos, me encantaba mirarlos fijamente y bucear en ellos, apreciar ese brillo característico capaz de alumbrarte en la noche más cerrada. Durante unos segundos eternos permanecimos mirándonos el uno al otro.
De repente llego Él, interrumpiendo. La saludó cordialmente, intercambió 4 o 5 vocablos con ella, y abandonaron el lugar. Permanecí inmóvil observando la escena, y obtuve mi ansiada recompensa. Ella se giró y me sonrió de nuevo. " Hasta luego. " leí en sus ojos.
Estaba feliz. Tenía mi dosis.
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Jaime, ahora tienes un "blog Frankestein": hecho a partir de trozos de otros blogs ahora muertos.
ResponderEliminarCuídalo mucho.