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martes, 6 de septiembre de 2011

La suerte del más débil

Me encontré de bruces con la fatalidad una tarde de verano mientras me tomaba un descanso de mis habituales obligaciones, como rescatar a niños de orfanatos en llamas o probar, con ahínco, la comodidad de los muebles de exposición en grandes almacenes, cuando sin comerlo ni beberlo sufrí un accidente: me torcí el dedo meñique de forma harto dolorosa. Y mi dedo, creyéndose morcilla, se disfrazó de tal.

La casualidad quiso que el dedo menor de mi mano hábil tuviese que interponerse en la trayectoria de un proyectil esferoide propulsado con inusitada fuerza por la pierna inútil de un compañero del equipo de fútbol en el que me dedico a dar patadas lde resaca los fines de semana, que queriendo colocar dicho objeto en la escuadra más lejana de la portería que defendía un servidor, lo estampó contra mi mano muerta presuntamente de forma inintencionada y debido a su necedad en el deporte y su evidente falta de puntería. Aunque la culpa es nuestra por jugar al fútbol con un bizco.

Acudí raudo a las dos semanas al hospital cuando me percaté de que mi sufrido dedo seguía de luto, y de que el apartoso vendaje amateur que me había practicado consultando vídeos en youtube sobre como hacerle el nudo a las corbatas no había surtido el efecto deseado. Después de otros 14 días inmovilizado por el traumatólogo, y otra semana más libre pero con la condicional de no hacer esfuerzos, me sigue doliendo.

Es curioso como los animales se aladaptan al medio en el que viven, y en todo el tiempo que he estado privado de mi meñique he aprendido a jugar con el teclado WASD sin usar el tabulador, CTRLizquierdo ni SHIFTizquierdo, así como a hurgarme en la oreja izquierda empleando el meñique del pie como sustituto. Para que luego digan, soy un hombre de recursos. Y de re-cursos, por mi afán de repetirlos.

Aparte de que mi minusvalía, espero que temporal, me ha servido para darme cuenta de la importancia que desempeña este dedo en los quehaceres humanos, y ya me he afiliado a la sociedad secretísima del Club del Meñique, cuyos miembros me han acogido con fervoroso entusiasmo. Los tres.

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