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jueves, 11 de noviembre de 2010

Ligue de una noche

Excusa nº 7.349: tengo varias entradas a medio escribir, y un par en el cuero cabelludo, pero debido a que he ligado ando excaso de tiempo libre que dedicar al cultivo del blog. Las publicaré en breves en cuanto organice mi ajetreada vida y haga hueco en mi agenda inexistente. Así mismo, explotaré la posibilidad de la distintas secciones del blog y compartiré con vosotros un articulillo que escribí hace meses y que por desgracia el 1 de enero se quedará obsoleto.


En cuanto al asunto de pillar cacho, no penséis que he salido del armario como Ricky Martin, pues nunca he estado dentro, a diferencia de David Carradine, que se tropezó al salir de Narnia y se enganchó en una corbatas con tan mala suerte que se ahogó, y encima la prensa difundió que había muerto por asfixia autoerótica. Pobre desgraciado.

Hay accidentes inevitables

Andaba yo el otro día circulando tranquilamente a 130Km/h por Madrid a bordo del Paranoicowagen cuando el destino quiso que una bella y gallarda fémina se cruzase en mi camino, y que lo hiciera por un lugar no señalizado para tal efecto, esto es, por mitad de la calle, obligándome a desmostrar una vez más mis famosos reflejos de mangosta y que se pueden quemar unos frenos en apenas dos segundos. Tras esquivarla con habilidad e incrustrarle vagamente un retrovisor en las lumbares, tuvimos un romántico intercambio de pareceres, y la química instantánea dio paso al amor desenfrenado.

- ¡¡¡Casi me matas, hijo de la gran p*ta!!!

- ¡¡Pues mira por dónde vas, z*rra de mierda!!


Y hablando y hablando... acabamos en su casa. Una casa cuartel de lo más cuca. Nunca había tenido trato con la Guardia Civil, y creo que lo de “aceitunos” y los chistes de Enrique San Francisco no ayudaron a congeniar con ellos. Por fortuna triunfó la cordura y el diálogo. Todo se selló con un acuerdo verbal sin necesidad de abrirme un expediente disciplinario ni demandarme, y pude marcharme de allí al poco rato. Siempre he sido un gran negociador y mi dialéctica proverbial me ha permitido salir airoso de un sin fin de situaciones, pero lo de tomar como rehén al sargento y encañonarle con su arma reglamentaria fue determinante. 
Y ni aún así me rio algún chiste, el muy desagradecido.

Confío en que la fidelidad de mi disfraz de Halloween impidiera que hayan podido quedarse con mi cara. Además me deshice de todas las pruebas que me ligaban al suceso quemando el coche patrulla en un descampado con la máscara de hockey dentro, así que espero que no logren identificarme. Por si acaso, ya he cambiado de domicilio: le he dado la vuelta a los números del portal.

Moraleja: en Halloween tapaos la cara, por lo que pueda ocurrir. Igual pilláis, aunque sea a un peatón.



La otra opción pasar por disfrazarse de forma que no te vayan a mirar a la cara 
para permanecer en el anonimato. Consejo: no te hagas fotos.

2 comentarios:

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