A menudo me he imaginado muriendo en una situación digna que me permitiera decir unas últimas palabras para la posteridad, y a ser posible que fueran escuchadas por alguien o registradas y grabadas por algún dispositivo para que no cayeran en el olvido instantáneo.
Podría ser quizás algún término enigmático como "Rosebud" o "La enseñanza del gurú encierra el secreto"; alguna verdad existencial como "que perra vida esta, y cuán efímera"; una queja amarga "ramera de rostro enjuto, aquí me tienes, al fin me encontraste"; una maldición "nos veremos en el infierno"; una muestra de cariño "os quiero, no la liéis mucho" y luego ya alguien podría tergiversarlo y con el paso del tiempo incluso fundar una religión en mi nombre; una revelación a medias digna de cualquier bazofia hollywoodiense "..el tesoro se encuentra en la... en la.... en...", o incluso pudiera ser algún chascarrillo "Me muero... cambiadme el estado del Facebook".
Pero si tuviera dicha oportunidad, yo creo que mis últimas palabras serían alguna banalidad como "pues parece que ha escampado, vamos a cazar liebres", o un improperio (1er significado de la RAE) de los que habitualmente espeto a mis contertulios, como o "Me cago en todos los dioses" o "Me cago en mi/vuestra puta vida", dependiendo de la situación.
Aunque claro, el mismo acto de morir y el contexto, y la forma, determinarían mis últimas palabras, si pudieran producirse. No es lo mismo espicharla de un infarto fulminante en una orgía maratoniana que hacerlo a manos de un a tribu canibal del amazonas. O en alguna prisión norcoreana.
Sea como fuere, estoy intentando grabarme a fuego en la memoria una frase lapidaria para que llegado el momento, y dada la tesitura y la imposibilidad de repetir la toma, pasar a mejor vida quedando de puta madre con todos: "Bueno, (yo me voy yendo,) os espero en el After".
Espero que si llega el momento, ni se os ocurra incinerarme, que en vida ya estuve muy quemado, y me enterréis con todos los honores después de una juerga legendaria en mi nombre, nada de Negrita o Dyc, recordando viejos momentos y anécdotas graciosas en común durante el sepelio. Haced de mi óbito una fiesta (y llevadme con vosotros), y de mi funeral el preámbulo de otra. E id a llorarme el Día de todos los Santos o al menos a poner en mi tumba flores robadas de otros nichos, aunque sea con la resaca de Halloween y disfrazados de mamarrachos.
Yo lo haría con vosotros, si se diera el caso, y lo haré si las vicisitudes del destino así lo permiten.