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miércoles, 7 de enero de 2009

Feliz Vanidad

Espero que hayáis pasado unas navidades estupendas. En estas fechas se despierta la buena persona que anida en nuestro interior y que sólo sale a relucir en determinadas ocasiones. El resto del año podemos ser unos hijos de puta integrales, que cuando se acerca el final de diciembre nos transformamos. De repente empieza a interesarnos toda esa gente que el resto del año nos la pela, saludamos y felicitamos las fiestas a todo el mundo, fingimos que nos importan vidas ajenas y un halo de amabilidad y bondad rodea todas nuestras acciones.

Hay que ser cínicos, malditos hipócritas consumistas de codicia superlativa. Y además, ¿que cojones hacéis celebrando la Navidad si luego sois todos unos ateos consumados y os la suda la religión? Eso sí, a la hora de beneficiarse de días festivos basados en tradiciones cristianas hay hostias. Y una polla. Si aún os queda algo de dignidad y principios, no seáis incongruentes, no os aprovechéis y dejaos los cuernos en el trabajo esos días. Nada de Semana Santa, santorales ni Navidad.

Luces de colores, muérdago y acebo, arbolitos y masas desenfrenadas anegando los comercios con el afán posesivo exacerbado. El otro día descubrí sin querer que hay un Cortilandia en San Chinarro, enorme, y la jodida cancioncita de “Cortilandia, Cortilandia, nananá nana nana” se coló dentro de mi coche y de mi cerebro y me estuvo taladrando el hipotálamo durante horas. Casi me intoxico con el espíritu pseudonavideño. En el momento me dieron ganas de atravesar la valla con el coche y destrozar los putos decorados, gritando con la ventanilla bajada “Los Reyes Magos no existen, son los padres”.

Pero no lo hice. En el fondo soy un sensiblón. Creo que la horda de primitos enanos con la que he sido bendecido me ha debilitado muchísimo. Sobretodo cuando les veo a todos juntos abriendo regalos emocionados. Hay que reconocer que tiene mérito mantener una mentira tan grande a nivel nacional, la más grande de todas diría yo, después de la Constitución.

Ah, la Navidad. Época de rencuentros. Se aprovecha para quedar con aquellos amigos de los que hacía siglos que no sabías nada, y de los no volverás a saber nada más hasta dentro de otros tantos. Para reunirse con los familiares a los que por unos motivos u otros no sueles ver con mucha frecuencia, como aquel estadounidense que decidió disfrazarse de Papa Noel y visitar a la familia de su ex mujer para darles una sorpresa de muerte y acribillarlos a tiros a todos (a 9), para luego incendiar la casa y volarse la cabeza como festejo final. ¡Ese es el espíritu! (leed hasta el final la noticia, es acojonante)

Hay que ser retorcido… vestirse de Papa Noel para semejante faena… con lo incómodo que tiene que ser y el calor que tiene que dar. Claro que así es mucho más efectista y el impacto en los medios de comunicación es mayor. “Jou, Jou, Jou, este año habéis sido muy malos, así que os he traído plomo a todos, en cómodas raciones individuales”. Por lo menos el Karma o algún elfo justiciero impidieron que saliera indemne.

Pero bueno, como está muy visto e incluso bien visto (putas modas) renegar de la navidad o deprimirse en estas fechas, y no quiero que se me aparezca ningún fantasma moralista de navidades pasadas, presentes o futuras, mi postura oficial es la de seguir levemente las tradiciones, cumplir con la familia y relajarme con los amigos, aunque para mi no es ninguna época especial pese a las vacaciones por la patilla. Tampoco suelo hacer mucho más durante el resto del año.

Eso sí, un año de estos voy a dedicarme a dar por culo y joder al prójimo como el cura de El Día de la Bestia. Y seguro, seguro, que ni aún así me van a traer carbón.